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martes, 4 de noviembre de 2014

Cuando el apoyo mutuo te puede salvar la vida.

         Francisco José Lema se suicidó ante el acoso del banco. Jose Coy encontró la fuerza para luchar contra la depresión en las redes de apoyo mutuo.

El paro, la dificultad para pagar la hipoteca o un posible desahucio son los factores, científica y estadísticamente demostrados, que explican el aumento en los últimos años de personas que acuden a las consultas de atención primaria con síntomas de depresión y ansiedad. La peor consecuencia de una depresión es el suicidio. Un problema de salud pública de primera magnitud que supone la primera causa de muerte externa en Es­paña, por delante de los accidentes de tráfico.Probablemente Nani Lema nunca imaginó que caminaría más de 2.000 km para llegar a Bruselas hasta que lo hizo. Tampoco José Coy se hubiera creído hace años, cuando trabajaba como comercial autónomo, que debería reinventarse en su trabajo y crear una cooperativa agrícola, sin haber trabajado nunca antes la tierra.
Él lo hizo para luchar contra la depresión, ella para afrontar la muerte de su hermano,Francisco José Lema, que meses antes se había suicidado tras un acoso constante a él y su familia por parte de su banco y un largo historial de depresión y ansiedad causado por esta situación.
Ambos estaban haciendo frente a una de las consecuencias más invisibles de la crisis económica: el deterioro de la salud mental. Ellos, como tantas otras personas, forman parte de ese grupo de gente que, de una manera o de otra, han visto cómo sus vidas cambiaban radicalmente en los últimos años.
Un estudio científico realizado por la Universidad de las Islas Ba­leares revela que los casos de depresión y ansiedad aumentaron notablemente en las consultas de atención primaria entre 2006 y 2010. En el estudio se demuestra que este incremento se debe principalmente al de­sempleo. “Éste es el factor que mejor predice que una persona tenga mayores probabilidades de tener una depresión clínica”, según palabras de la doctora Margarida Gilli, coordinadora del estudio.
Después del desempleo son las dificultades para pagar la hipoteca o la amenaza de un desahucio los dos factores que mejor explicarían un posible trastorno.
Algunos expertos coinciden en la necesidad de hacer una tercera parte de este estudio para ver lo que ha ocurrido durante los años posteriores a 2010, ya que la problemática de los desahucios era menor en el momento en que se rea­lizó la investigación.

“Sin la PAH no estaría aquí”

José Coy tiene 50 años y lleva más de cinco en el paro. Cuando su negocio empezó a ir mal, se endeudó con el banco y, con el tiempo, éste intentó embargarle una parte de su casa. Luchó con uñas y dientes para evitar que esto sucediera. Se puso en huelga de hambre y al final pudo con el banco. Sin embargo, seguía desempleado y en la exclusión social. Al principio evitó medicarse, pero los síntomas de depresión eran cada vez más evidentes, sentimiento de culpa, apatía e insomnio entre otros, hasta que llegó un momento en que no pudo más y empezó a tomar medicación.
“Una depresión, si no es tratada, puede agravarse y conllevar un final trágico”, afirma Santiago Durán, médico psiquiatra del Hospital Sant Pau de Barcelona, donde realiza asistencia dentro de un programa pionero en España de prevención del suicidio. En más del 90% de los casos, el suicidio es consecuencia o está ligado a una enfermedad mental, incluyendo las más frecuentes: depresión, trastorno bipolar, esquizofrenia, alcoholismo y trastorno de la personalidad múltiple.
Hay muchos tipos de depresiones. Una de ellas es la que los especialistas llaman depresión melancólica. Este tipo de patología es “puramente cerebral –según explica Durán–; el entorno puede ayudar a contener al paciente, pero por mucho que mejore la situación, lo que necesita es un tratamiento farmacológico que restablezca unos niveles de neurotransmisores que están alterados”. Otro tipo de depresiones son los trastornos adaptativos, en los cuales si no se modifica el entorno o la forma de percibirlo, no habrá mejoría por mucho que se receten medicinas y antidepresivos. “Hay enfermedades puramente biológicas, y otras que están muy contextualizadas, donde la psicoterapia y el abordaje social, tienen un papel igual o más importante que el puramente psiquiátrico”, concluye Durán.
A Coy no lo salvaron las pastillas. “Lo que a mí me ha salvado la vida es luchar”. Coy es un hombre grande y robusto, con un pasado notorio como activista sindical, acostumbrado a pelear por sus derechos. Quizás por eso es tan demoledor oírle decir que entiende el proceso mental de una persona que decide quitarse la vida. Él también lo ha pensado en algún momento. “Siempre digo que sin la PAH yo ahora no estaría aquí”. Éste es un aspecto que muchos activistas de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca coinciden en señalar: el valor terapéutico de la lucha y la colectivización del dolor y el sufrimiento.
“No me preguntes de dónde sacaba las fuerzas [para caminar hasta Bruselas], me aferraba sobre todo al recuerdo de mi hermano”. Nani Lema perdió a su hermano de la forma más injusta, como explicaba su amigo Rafael Blázquez, activista de la PAH de Córdoba: “Es como si vieras una persona que está al borde de un precipicio y que al poquito que le toques se va a caer. Eso hizo el banco con él”.Muchos activistas de
la PAH y otros grupos coinciden en señalar
el valor terapéutico
de la lucha

“Se fue apagando, perdiendo el interés por todo, hasta que un día ya no pudo más”. Nani recuerda a su hermano y cómo llegó hasta ese punto con una entereza indescriptible. “No queda otra que luchar”, dice. En el tiempo que he pasado con ella, hemos hablado mucho, de su vida, de su hermano, de lo que queda y de lo que tiene por delante. Nunca le ha temblado la voz. Para ella, luchar es probablemente la medicina para no derrumbarse, para combatir no sólo su propio dolor, sino también con el banco en el que su hermano tenía –y tienen ahora sus padres–, la deuda que acabó por matarle.

La punta del iceberg

“Los suicidios son la punta del iceberg en salud mental”. James López Bernal, médico de salud pública del London School of Hygienics, ha participado en una investigación con la que que querían demostrar si realmente hay una relación entre la crisis y los suicidios. Lo que encontraron fue un incremento del 8% de los suicidios sobre la tendencia subyacente en España. Hallaron también que los grupos que más han sufrido este incremento son varones en edad laboral, algo que nunca antes había sucedido.
Al estudio, que ha sido publicado recientemente en la prestigiosa revista científica The Lancet, no le falta polémica y algunos expertos se lanzaron a rebatir estos resultados ­basándose fundamentalmente en el arco de tiempo que abarcaba su estudio, entre 2007 y 2010. Sin embargo, las estadísticas del INE, publicadas este año, con datos que llegan hasta 2012, acompañan los resultados del estudio de Bernal y hablan de un aumento del 11,3% en este tipo de deceso, situándolo como primera causa de muerte externa en España, por delante de los accidentes de tráfico.
Hoy por hoy, ningún científico, ni Bernal, ni Durán, ni Gilli, ni ninguno de los demás expertos entrevistados, se atreve a establecer un vínculo directo entre suicidio y crisis. Por otro lado, nadie se atreve a negarlo. Habrá que esperar algunos años para poder determinar si existe una relación o no. Las estadísticas del INE sobre este asunto se recogen mensualmente, pero con un desfase de dos años, por lo que es complicado hablar de incidencia directa cuando todavía faltan datos.
Mas allá del debate de si han aumentado los suicidios con la crisis económica, la cuestión es que se registran numerosos casos de depresiones demoledoras que afectan a personas en procesos de desahucios, que no se curan simplemente con medicamentos o antidepresivos. En algunos casos, la depresión termina en suicidio. En otros, son las distintas formas de apoyo mutuo, como en el caso de Coy, las que permiten salir adelante.
“No hay acusación más directa que quitarse la vida, es una derrota del sistema político, evidencia que hay ciudadanos que sufren hasta la muerte”, explica Juan Carlos Pérez, autor del libro La mirada del suicida. Hablar del suicidio es un tema tabú, invisibilizado y silenciado deliberadamente a lo largo de la historia. Sin embargo, numerosos expertos coinciden en la necesidad de entender el suicidio como un fenómeno social y no como un hecho aislado para poder desestigmatizarlo.
Para ver el artículo: https://www.diagonalperiodico.net/global/24344-tabu-desahucios-y-suicidios.html

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